viernes, 11 de marzo de 2016

La ortografía: una herramienta social en la red

Muchos hemos tenido situaciones en las cuales por algún descuido escribimos un tweet, un post o un comentario y, al releerlo, queremos editarlo o borrarlo de inmediato porque cometimos un error y deseamos evitar a toda costa ser corregidos por esa horda de cuervos saca ojos que no dejan falta ortográfica con cabeza.

En cierta forma, eso deja en evidencia la actitud que hemos ido tomando frente a la ortografía en la red, un fenómeno al que, en un principio, no se le daba tanta importancia como ahora, en un momento en el cual las audiencias son más grandes y nuestros mensajes pueden leerse  por personas de múltiples latitudes.

¿Por qué sucede esto? La ortografía, así como la escritura lo fue en su época (ya no tanto, aunque el analfabetismo sigue siendo una causa de discriminación) se ha convertido en una herramienta de segregación social, al menos, en las redes más concurridas y masivas de Internet. La educación se ha vuelto un capital fundamental para el ser humano en estos días y sin él sus opiniones carecen de validez, por más oportunas que puedan ser. 

En ese sentido, un error ortográfico puede convertir todo tu mensaje en una falacia. Quizá en alguna ocasión habrán leído una discusión en la que algún individuo no escribe bien una palabra y ello es argumento suficiente para el otro involucrado para darse a sí mismo la razón: «el día que aprendas a escribir discutimos». Ahí termina todo.

No solamente un error ortográfico puede resultar en «perder» una discusión, también te hará merecedor de una importante sanción social que deja en evidencia la actitud rigorista de algunos usuarios frente al uso de la lengua en la red. En mi caso particular, siempre me ha llamado la atención esta viñeta, meme, o como le queramos llamar:

«Tu publicación ha herido de muerte al Diccionario de la Real Academia Española».

Esa visión tan estricta de la lengua (véase que el librito es de la RAE, como si la Real Academia rigiera todas las expresiones lingüísticas de los hablantes del español) nos lleva a una inseguridad que nos obliga a estar prevenidos, en especial, cuando lo que publicamos se va a cientos de amigos o seguidores, porque no queremos quedar como unos brutos iletrados. 

La situación es distinta, en cambio, cuando enviamos un mensaje directo o estamos en un chat 1 a 1 de WhatsApp por ejemplo. Ahí las cosas son distintas. Ahí empezamos a notar una manera diferente de comunicarnos. Nos damos la licencia de evitar las tildes, de dejar las mayúsculas iniciales a un lado, de expresarnos más coloquialmente (puai en vez de por ahí, pa que en vez de para qué…), entre otras cosas. En otras palabras, nos vamos a un estilo más informal, porque sabemos que es menos probable que alguien nos juzgue las competencias lingüísticas en estilos más formales.

Lo que tenemos que tener muy claro es que la escritura hoy en día es más oral que nunca, en ningún momento de la historia humana hubo tanta escritura realizada por tanta gente. Cuando una expresión humana se vuelve popular, resulta más difícil prescribirla (crear normas de uso) y se vuelve propiedad de la gente del común. Pasó con el latín, pasó con la literatura tras la llegada de la imprenta, etc. Esto deja en evidencia que la ortografía probablemente se quedó relegada frente a los cambios tecnológicos, aunque eso irá cambiando poco a poco. Es muy probable que tanta escritura en las redes termine modificando la ortografía de nuestra lengua a largo plazo, así que no se asusten si en un futuro sus hijos o nietos no escriben como lo hacen ustedes hoy.

Para terminar, escribir con buena ortografía no está mal, como tampoco lo es tomarse ciertas licencias en determinados escenarios. Lo que hay que tener muy presente es que la escritura actual, como la oralidad, tiene contextos de uso y formas de expresión. Imagínese hablando con su amigo con léxico refinado mientras se toma una cerveza. Eso sería tan descontextualizado como decirle «komo kieras kiero mi perro» a alguien con quien discuta en Twitter sobre la crisis económica de la clase media en el país. Todo es de matices. No seamos tan rigoristas.